Jonathan S Stark (1), Kathleen E. Conlan (2), Kevin A. Hughes (3), Stacy Kim (4), César C. Martins (5)
El vertido de aguas negras y aguas residuales en el ambiente antártico representa un riesgo serio y significativo de causar impactos ambientales que incluye la introducción de microorganismos y patógenos no autóctonos, la contaminación genética y la acumulación de agentes contaminantes, así como la exposición a estos últimos. Las aguas residuales vertidas podrían generar impactos a largo plazo en la vida silvestre, la biodiversidad y la estructura comunitaria en la proximidad de las estaciones antárticas. Las prácticas de tratamiento y eliminación varían ampliamente, ya que cada Parte del Tratado Antártico establece sus propias normas con interpretaciones diversas de los requerimientos estipulados en el Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente. La investigación y el seguimiento posteriores de los impactos ocasionados por las aguas residuales en los ecosistemas antárticos ayudarán a cuantificar los riesgos e impactos potenciales. Sin bien, actualmente no existen directrices que describan los niveles admisibles de bacterias, productos químicos y otros agentes contaminantes que se vierten a través de las escorrentías en el Área del Tratado, sería beneficioso formularlas a los efectos de establecer una referencia para el seguimiento. Una de las mayores prioridades del Comité para la Protección del Medio Ambiente (CPA) es abordar la introducción de especies no autóctonas. El vertido de aguas residuales es una fuente significativa de posibles introducciones, pero el tratamiento avanzado de aguas residuales podría reducir sustancialmente este y otros riesgos asociados.
El Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente permite verter aguas negras y aguas residuales —en lo adelante, aguas residuales— de las estaciones antárticas en el mar o en pozos profundos en el hielo, en zonas no costeras, cuando su eliminación sea prácticamente imposible (Anexo III – Eliminación y Gestión de Aguas). Anteriormente, las aguas residuales también se han desechado en zonas interiores —incluido el entierro en la nieve, el vertido en corrientes interiores y lagos, y en terreno libre de hielo1, 2—, ninguno de los cuales cumple ahora los requisitos que establece el Protocolo. Conforme al Protocolo, el vertido en el mar debe tomar en cuenta la “la capacidad de asimilación del medio marino receptor”, y debe ubicarse, siempre que sea viable, donde existan condiciones para la “dilución inicial y su rápida dispersión”, pero actualmente estos términos no están definidos. El nivel mínimo de tratamiento requerido es la maceración, pero solo cuando las poblaciones de la estación excedan las 30 personas durante el período estival. En la práctica, se utiliza una amplia gama de tecnologías de tratamiento1, 3, 4, que van desde el no tratamiento (por ejemplo, en muchas estaciones más pequeñas o de temporada) hasta sistemas terciarios avanzados.
Las aguas residuales en las estaciones antárticas incluyen fuentes domésticas —cocinas, duchas, baños— e industriales ligeras de laboratorios y talleres mecánicos. Las aguas residuales de la estación tienen algunas similitudes con las aguas residuales municipales estándares, por ejemplo, altas cargas microbiológicas5, sin embargo, pueden diferir varias propiedades: las aguas residuales pueden ser más concentradas —ya que no hay aguas pluviales o entradas de escorrentías y el uso del agua está generalmente restringido— mientras que los nutrientes, la demanda biológica de oxígeno (DBO) y los niveles de sólidos sedimentables pueden ser mayores5 y menores las tasas de degradación ambiental3. La cantidad de aguas residuales puede ser también muy variable debido a los ciclos estacionales en las poblaciones de la estación; sin embargo, los volúmenes suelen ser pequeños en comparación con las escorrentías domésticas; se registran fluctuaciones desde varios cientos hasta decenas de millares de litros por días, con volúmenes notablemente mayores en las estaciones más grandes (por ejemplo, la Estación McMurdo6). La gran variabilidad en los parámetros de las aguas residuales puede ocasionar dificultades técnicas para las personas que operan esas plantas de tratamiento todo el año. Los agentes contaminantes detectados en las aguas residuales y alrededor de las estaciones antárticas incluyen metales, compuestos orgánicos persistentes (COP) —como éteres difenílicos polibromados (PBDE)7, 8— surfactantes, hidrocarburos, compuestos perturbadores endócrinos3, compuestos farmacéuticos9 y microplásticos10.
Los estudios de las aguas residuales antárticas se han concentrado en medir la distribución y magnitud de las aguas residuales vertidas en el entorno marino. Se han identificado cinco categorías de marcadores de dispersión de aguas residuales: bacterias entéricas asociadas con los humanos, por ejemplo, Escherichia coli, Enterococci, Clostridum perfringens y coliformes totales3, 11-13; biomarcadores antropogénicos, por ejemplo, esteroles fecales14-16; agentes contaminantes y marcadores moleculares de aguas negras (por ejemplo, hidrocarburos12, alquilbencenos lineales15, metales traza12, éteres difenílicos polibromados [PBDE])7, 8, 12; isótopos estables6; y compuestos farmacéuticos y medicamentos9, 10. Se han detectado marcadores de aguas residuales en el agua de mar, sedimentos marinos y biota —incluidos peces e invertebrados16— a una distancia de hasta 2 km de las estaciones. Se han efectuado estudios predominantemente durante el verano; sin embargo, las condiciones pueden ser diferentes durante el invierno, cuando las zonas costeras están cubiertas por hielo marino13. En general, las aguas residuales vertidas de las escorrentías antárticas fluyen predominantemente a lo largo de la costa, con menos evidencia de dispersión fuera del mar12. 17. Las excepciones son los sitios de eliminación en alta mar, en plataformas de hielo o en zonas con hielo marino permanente, como en los aeródromos de la Estación McMurdo18. Sin embargo, la detección de marcadores en el ambiente no indica si pueden resultar impactos ambientales de la descarga.
El Protocolo establece que se deben tomar precauciones para prevenir la introducción de microorganismos no autóctonos en la Antártida, aunque no menciona específicamente los riesgos planteados por las aguas residuales. El vertido de aguas residuales da como resultado la liberación al medio ambiente de grandes cantidades de microorganismos no autóctonos, virus y patógenos3 que pueden mantenerse latentes por largos períodos2, 19 y que pueden, asimismo, representar una importante amenaza para las especies indígenas microbianas y de la macrofauna20. Las aguas residuales también pueden contener elementos genéticos móviles, como los que responden a la codificación para la resistencia antibiótica20, 22. Dichos elementos se establecieron en poblaciones bacterianas y animales locales20, 21 y son denominados “contaminación genética”. Más allá de establecer la presencia de microorganismos no autóctonos, ha habido poca investigación para determinar sus impactos potenciales. Existen muchos registros de enfermedad asociada a patógenos (por ejemplo, Salmonella) presentes en la vida silvestre antártica, incluidos los pingüinos Adelia y de penacho anaranjado, la skúa, el lobo fino antártico, el albatros y la gaviota3, aunque falta la evidencia de una fuente antropogénica o de brotes de enfermedad subsiguiente. Se han encontrado bacterias fecales antropogénicas en la vida silvestre antártica (por ejemplo, almejas, peces, erizos de mar y estrellas de mar) con mayor incidencia en las proximidades de las escorrentías, lo que indica la ingestión de aguas residuales que, asimismo, se confirma mediante isótopos estables6 . No se han informado síntomas de enfermedad3, pero se notificó un aumento en la incidencia de anomalías de órganos internos en los peces que habitan en las proximidades de una escorrentía23.
Si bien nuestro conocimiento de los impactos ambientales de las aguas residuales vertidas en los ecosistemas de la Antártida es relativamente limitado, un estudio integral realizado en la Estación Davis de Australia indicó que podía existir una gama posiblemente amplia de impactos significativos derivados de prácticas que, en la actualidad, se consideran aceptables conforme al Protocolo24. Se han estudiado las comunidades bentónicas marinas en las Estaciones McMurdo, Casey y Davis a modo de indicadores de la contaminación por aguas residuales. En general, los impactos en las comunidades se correlacionaron con la escala del vertido de aguas residuales, con diversidad y abundancia de especies reducidas y dominancia por algunas especies oportunistas25, 26. Si bien los estudios ecotoxicológicos de las aguas residuales son raros, indican el nivel de toxicidad de los invertebrados marinos de la Antártida a bajas concentraciones, sobre exposiciones de varias semanas5. Se conoce muy poco respecto a los impactos de las aguas residuales eliminadas en zonas interiores, como pozos de hielo, lagos y corrientes de agua dulce o zonas libres de hielo. Las tasas de degradación extremadamente bajas pueden llevar a la exposición de residuos históricos como también pueden generar problemas de contaminación de largo plazo2.
La eficacia de las plantas de tratamiento de aguas residuales dependen del tipo y del nivel del tratamiento. El tratamiento tradicional de aguas residuales elimina los nutrientes —para prevenir la eutrofización— y reduce las concentraciones de microorganismos/patógenos. Por lo general, las aguas marinas antárticas no tienen escasos nutrientes, pero se pueden ocasionar riesgos significativos al ambiente como consecuencia de agentes contaminantes y microorganismos5. La mayoría de los sistemas de tratamiento de las estaciones eliminan los nutrientes y disminuyen la DBO, y, por ende, reflejan los procesos secundarios de tratamiento descritos en el Protocolo (es decir, Contactores biológicos rotatorios). Sin embargo, la eliminación de los microorganismos de las aguas negras se vuelve más efectiva al emplear procesos de tratamiento más sofisticados, sumado a un tratamiento terciario avanzado, que prácticamente elimina la liberación de microorganismos/patógenos y de todos los agentes contaminantes3, 5.
Actualmente, no se han acordado directrices específicas para la eliminación de aguas residuales o los niveles permitidos de bacterias en las descargas de escorrentías en el marco del Protocolo. Sin embargo, desde que se firmó el Protocolo en 1991, se han mejorado notablemente las tecnologías de tratamiento de aguas residuales, y el tratamiento terciario avanzado ahora es el mejor procedimiento para minimizar la totalidad de riesgos potenciales asociados al vertido de aguas residuales. La liberación de aguas negras no tratadas, con los microorganismos no autóctonos asociados, los elementos genéticos, los contaminantes químicos y los nutrientes, sigue siendo un motivo de preocupación importante. El seguimiento de las zonas existentes de escorrentías/eliminación e investigación adicional sobre sus impactos potenciales —particularmente aquellos relacionados con agentes contaminantes dañinos (como los COP), los impactos microbiológicos, la contaminación genética y la salud de la vida silvestre— pueden ayudar a cuantificar el riesgo y sus impactos potenciales, junto con técnicas analíticas más sensibles para detectar bajos niveles de entrada de aguas negras en el ambiente antártico (por ejemplo14). Es posible que no se puedan lograrse la suficiente “dilución inicial y la rápida dispersión” para prevenir los impactos en los entornos marinos próximos a la costa antártica, aunque las metodologías avanzadas de tratamiento representan la mejor solución posible para mitigar los riesgos ambientales asociados con el vertido.
1975
VIII RCTA. Recomendación VIII-11. Código de Conducta para las Actividades Antárticas. Incluido el requisito para residuos antropogénicos (así como la basura y los efluentes de lavandería) a macerarse y descargarse en el mar, donde sea posible.
1982
XII RCTA. Recomendación XII-4. Código de Conducta de Eliminación de Residuos. Las Partes señalaron que las mejoras en la logística y en tecnología aumentaban la viabilidad del tratamiento en el sitio de residuos antropogénicos y de otro tipo, y recomendaron que sus Gobiernos buscaran asesoría de sus agencias operativas antárticas sobre la conveniencia y viabilidad de revisar el Código de Conducta para las Actividades Antárticas, sobre todo en lo referido a un mayor potencial para el tratamiento en el sitio.
1991
XI-4 RCETA. El Protocolo y sus cuatro primeros Anexos adoptados. El Anexo III contempla lo siguiente:
• Aguas negras por eliminarse del Área del Tratado Antártico en el mayor grado posible.
• No eliminación de residuos antropogénicos [y otros desechos] en zonas libres de hielo o en sistemas de agua dulce.
• Las aguas negras pueden afectar las aguas marinas si son vertidas en el mar, tomando en cuenta la capacidad de asimilación del entorno receptor y siempre que la descarga se diluya y disperse rápidamente.
• Las grandes cantidades de aguas negras [de estaciones de 30 personas o más] se tratarán al menos por maceración.
• El subproducto del tratamiento de aguas negras por el proceso de Contactor Biológico Rotatorio pueden verterse en mar siempre que no afecte el entorno marino.
2002
COMNAP, Directrices de las mejores prácticas para evitar la eliminación de aguas residuales en sitios interiores
2006
Taller de Funcionarios Ambientales de la Antártida sobre tratamiento de residuos
2014
COMNAP, Taller en Christchurch sobre gestión de aguas residuales
2016
Publicación de la primera evaluación integral del impacto de la descarga de aguas negras en el entorno marino antártico24 por investigadores en la División Antártica Australiana.
2016
Documento de Antecedentes BP 008 de la XXXIX RCTA / XIX Reunión del CPA / CPA 13 – Instalación de una nueva planta de tratamiento avanzado de aguas residuales en la Estación Davis de Australia.