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Terrestrial

Vías de introducción de especies terrestres no autóctonas

Ad H.L. Huiskes (1), Marc Lebouvier (2), Marco A . Molina Montenegro (3), Luis R. Pertierra (4), Megumu Tsujimoto (5)

(1) Royal Netherlands Institute for Sea Research, Yerseke, The Netherlands. ad.huiskes[at]nioz.nl
(2) Station Biologique, Unité Mixte de Recherche Ecobio, Centre National de la Recherche Scientifique–Université de Rennes, Paimpont, France
(3) Instituto de Ciencias Biológicas, Universidad de Talca, Talca, Chile
(4) Universidad Rey Juan Carlos, Departamento de Biología y Geología, Madrid, Spain
(5) National Institute of Polar Research, Tokyo, Japan

Los organismos no autóctonos son relativamente escasos en la Antártida y en el océano Austral. Es probable que ese fenómeno pueda atribuirse al hecho de que la presencia humana es un tanto reciente y a la protección lograda a partir del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente, que prohíbe las introducciones deliberadas. Las introducciones inadvertidas, de hecho, suceden, ya que la ropa y el equipaje de los visitantes, los cargamentos, los productos frescos, los vehículos, los buques y otros medios de transporte pueden introducir propágulos u organismos completos de manera inadvertida. Como resultado del crecimiento ininterrumpido de las actividades humanas en el continente y de las tendencias del cambio climático, es probable que aumente el riesgo de que se produzca el arribo y establecimiento de especies no autóctonas.

Los ecosistemas antárticos están bajo una presión cada vez mayor a raíz de la introducción de especies no autóctonas (1). Las introducciones de especies no autóctonas en entornos terrestres y de agua dulce de la Antártida no son frecuentes en comparación con las introducciones que se producen en otras partes del mundo, en gran medida, debido a su baja conectividad con otras partes del planeta, a su medioambiente extremo y a la protección lograda a través del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente (2). Aunque las introducciones naturales en la Antártida parecen ser muy poco frecuentes, existen casos documentados (3). Hasta 2015, la mayoría de las introducciones de especies no autóctonas tanto de plantas como de invertebrados se debieron a las actividades humanas. Estas se produjeron en la región de la península Antártica, así como en las islas subantárticas y en las islas meridionales menos templadas (4, 5) (Tabla 1).

Tabla 1 – Registros de especies exógenas conocidas en el entorno terrestre de la península Antártica antes de enero de 2015 (más de 5).



Si bien información sobre microbios y hongos es muy limitada, las investigaciones realizadas en sitios históricos de expediciones en el mar de Ross y la isla Decepción dan cuenta de la presencia de especies fungosas introducidas a través de la madera de las cabañas (6).

Las plantas no autóctonas del continente antártico que habían sido informadas se erradicaron posteriormente en varios sitios (Puccinellia sp. cerca de la estación Syowa, Tierra de la Reina Maud, y Alopecurus geniculatusPuccinellia distans, Rumex pulcher, Stellaria media y Chenopodium rubrum cerca de la estación Progress II, colinas de Larsemann, Tierra de la Princesa Isabel) (5). Hasta ahora, no se ha informado sobre invertebrados no autóctonos en entornos terrestres de la Antártida por fuera de la región de la península Antártica, más allá de algunos invertebrados encontrados en edificios de estaciones (5).

La información sobre introducciones de especies marinas en el océano Austral, al sur de los 60° S, sigue siendo escasa (2, 10); los buques pueden transportar organismos no autóctonos predominantemente asociados con ensamblajes con incrustaciones y desechos marinos antropogénicos (7, 8, 9).

En estudios anteriores, se identificó una variedad de vectores importantes de introducción, los cuales ofrecen una orientación sobre las áreas en las que deberían concentrarse los esfuerzos relativos a la bioseguridad. Algunos de esos vectores son los siguientes:

  • contenedores de carga (cajas de embalaje) y sus contenidos (10, 11)
  • cargas para tareas de infraestructura (construcción o renovación de estaciones, que incluyen maquinaria de movimiento y excavación de tierra) (10, 12)
  • productos frescos (13)
  • visitantes: ropa y elementos de trabajo (1)
  • medios de transporte y desembarco (buques, aviones, helicópteros) (7, 8, 9)

Los visitantes —incluidos los científicos y el personal operativo y de apoyo logístico— que viajan a la Antártida, principalmente, salen de Sudamérica, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia. Los buques y los aviones también salen de otros puertos y aeropuertos de todo el mundo hacia las estaciones de investigación y los sitios turísticos de la Antártida. Todos esos buques y aviones son posibles portadores de propágulos, como semillas, otros propágulos de plantas e invertebrados (14, 15). De los 35 973 turistas que desembarcaron durante 2017/2018, la mayor cantidad se concentró en la península y, en segundo lugar, en la región de la ensenada McMurdo del mar de Ross (https://iaato.org/tourism-statistics). La importación de cargamento es una de las principales vías de introducción de especies no autóctonas en la Antártida. Se encontraron numerosos propágulos adheridos al cargamento —incluidas cajas de embalaje y su contenido, maquinaria y vehículos (Figura 1)— que se transporta principalmente desde las instalaciones de carga de los operadores de los programas antárticos nacionales hasta las estaciones de investigación en la Antártida (11, 12, 14, 16, 17).

Fig. 1: Tierra importada en las ruedas sin lavar de un vehículo que llega a una estación antártica (Imagen: K. Hughes).

Fig. 2: La comida fresca podría estar contaminada. El 89 % de las frutas y hortalizas frescas examinadas que se destinaron a las estaciones australianas estaban limpias, pero algunas de ellas estaban infectadas con hongos (9 %), como sucedió con la cebolla, o bien mostraban indicios de la presencia de insectos (2 %) (Imagen: K. Kiefer).

La importación de productos frescos, como huevos, frutas y hortalizas frescas (Figura 2), y productos cárnicos, también podría servir para transportar, de manera inadvertida, especies no autóctonas, como microorganismos e invertebrados, principalmente, desde el puerto de partida hasta la Antártida (13). Sin embargo, algunos medios de transporte, en particular aviones y helicópteros, todavía no se analizaron en mayor profundidad como posibles vectores. Además, no han existido vías particulares de transporte intrarregional de especies no autóctonas identificadas dentro de la Antártida, aunque estas resultan de interés particular para la conservación de los ecosistemas antárticos.

Las introducciones de especies no autóctonas pueden clasificarse en cuatro categorías (2, 5):

  1. transitorias, es decir, las que sobreviven durante un período corto y se extinguen por causas naturales (por ej., medioambiente desfavorable) o por erradicación de origen humano;
  2. persistentes, es decir, aquellas que sobreviven la invernada y se establecen de forma local en áreas pequeñas durante varios años (por ej., la colonia de Poa pratensis que persiste en punta Cierva tras más de 60 años de existencia [18]);
  3. invasivas, es decir, aquellas que están firmemente establecidas y comienzan a expandirse y a perturbar de forma significativa a cualquiera de las comunidades autóctonas (por ej., Poa annua) (19).
  4. especies no autóctonas sinantrópicas, es decir, las que solo se asocian con la actividad humana en la Antártida: viven dentro de los edificios antárticos, en plantas de tratamiento de aguas residuales y en instalaciones hidropónicas (5). Esas especies incluidas (5) son todas Diptera (verdaderas moscas y mosquitos): Lycoriella ingenua en la estación Casey (intento de erradicación infructuoso), Lycoriella sp. en la estación de investigación Rothera (erradicación exitosa), Trichocera maculipennis en la base Artigas (erradicación infructuosa, la especie ahora se encuentra en el medioambiente circundante), mosquito no identificado en la estación Frei (las larvas persisten en la planta de tratamiento).

Es probable que el clima antártico, que resulta adverso para la mayoría de las especies exógenas, siga viéndose mitigado por el cambio climático, en particular en la península Antártica (20). Estudios recientes también demuestran que la cantidad de posibles nichos disponibles para la colonización de especies exógenas en la península Antártica es superior a lo previsto (21). Quedó demostrado que el efecto de las especies exógenas invasoras sobre otros biomas del mundo resulta perjudicial para la biodiversidad de las comunidades autóctonas. De acuerdo con las investigaciones realizadas sobre la especie de planta Poa annua en la Antártida, es muy probable que el efecto perjudicial también se produzca en la Antártida (19).

El Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente prohíbe la importación de organismos exógenos a la Antártida sin un permiso. Esto significa que se requieren medidas preventivas por parte de operadores nacionales y de empresas turísticas para evitar introducciones inadvertidas. En los estudios sobre los posibles vectores y vías para las especies no autóctonas, se identificaron recursos clave para reducir al mínimo el riesgo de transferir especies no autóctonas a la Antártida.  Dichos recursos incluyeron la limpieza de vestimenta (Figura 3), calzado (Figura 4), equipaje, equipos, carga y medios de transporte lavándolos o aspirándolos antes de llegar a la Antártida, o el almacenamiento de productos frescos sin pestes ni enfermedades en contenedores cerrados.

Fig. 3: Ropa de un pasajero inspeccionada por miembro del personal de la expedición para detectar propágulos, en un crucero antártico antes de desembarcar en la Antártida (Imagen: D.W.H. Walton).

Fig. 4: Es necesario implementar un lavado de botas riguroso antes y después de cada desembarco en la Antártida para acotar las posibilidades de diseminar propágulos (Imagen: A. Herbert).

En un documento reciente, se evalúa el desarrollo y la implementación de políticas sobre especies no autóctonas a cargo de las Partes del Tratado Antártico y se ofrece orientación útil sobre algunos de los procedimientos de bioseguridad más eficaces (22).

Se requiere mayor investigación sobre las vías de introducción de especies no autóctonas, que deberían incluir el transporte intrarregional y las vías de introducciones de especies marinas.

Other information:

1. S. L. Chown, A. H. L. Huiskes, N. J. M. Gremmen, J. E. Lee, A. Terauds, K. Crosbie, et al, Continent-wide risk assessment for the establishment of non-indigenous species in Antarctica. Proceedings of the National Academy of Sciences 109, 4938-4943 (2012). doi: 10.1073/pnas.1119787109

2. Y. Frenot, S. L. Chown, J. Whinam, P. M. Selkirk, P. Convey, M. Skotnicki, et al, Biological invasions in the Antarctic: impacts and implications. Biological Reviews 80, 45–72 (2005). doi: 10.1017/S1464793104006542

3. R. I. L. Smith, M. Richardson, Fuegian plants in Antarctica: natural or anthropogenically assisted immigrants? Biological Invasions  13, 1-5 (2011). doi: 10.1007/s10530-010-9784-x

4. M. A. McGeoch, J. D. Shaw, A. Terauds, J. E. Lee, S. L. Chown, Monitoring biological invasion across the broader Antarctic: a baseline and indicator framework. Global Environmental Change  32, 108-125 (2015). doi: 10.1016/j.gloenvcha.2014.12.012

5. K. A. Hughes, L. R. Pertierra, M. A. Molina-Montenegro, P. Convey, Biological invasions in terrestrial Antarctica: what is the current status and can we respond? Biodiversity and Conservation  24, 1031-1055 (2015). doi: 10.1007/s10531-015-0896-6

6. B. W. Held, R. A. Blanchette, Deception Island, Antarctica, harbors a diverse
assemblage of wood decay fungi. Fungal Biology  121, 145 – 157 (2017). doi: 10.1016/j.funbio.2016.11.009

7. K. A. Hughes, G. V. Ashton, Breaking the ice: the introduction of biofouling organisms to Antarctica on vessel hulls. Aquatic conservation  27, 158-164 (2016). doi: 10.1002/aqc.2625

8. J. E. Lee, S. L. Chown, Mytilus on the move: transport of an invasive
bivalve to the Antarctic. Marine Ecology Progress Series  339, 307-310 (2007). doi: 10.3354/meps339307

9. J. E. Lee, S. L. Chown, Temporal development of hull-fouling assemblages associated with an Antarctic supply vessel. Marine Ecology Progress Series  386, 97-105 (2009). doi: 10.3354/meps08074

10. K. A. Hughes, P. Convey, A. H. L. Huiskes, Global movement and homogenization of biota: challenges to environmental management of Antarctica? In: T. Tin, D. Liggett, P. T. Maher, M. Lamers (eds), Antarctic Futures. Human Engagement with the Antarctic environment. Springer: Dordrecht, Heidelberg, New York, London, 113-137 (2014). doi: 10.1007/978-94-007-6582-5_5

11. M. Tsujimoto, S. Imura, Does a new transportation system increase the risk of importing non-native species to Antarctica? Antarctic Science 24, 441–449 (2012). doi: 10.1017/S0954102012000272

12. J. E. Lee, S. L. Chown, Quantifying the propagule load associated with the construction of an Antarctic research station. Antarctic Science  21, 472-475 (2009). doi: 10.1017/S0954102009990162

13. K. A. Hughes, J. E. Lee, M. Tsujimoto, S. Imura, D. M. Bergstrom, C. Ware, et al, Food for thought: risks of non-native species transfer to the Antarctic region with fresh produce. Biological Conservation  144, 1682-1689 (2011). doi: 10.1016/j.biocon.2011.03.001 

14. A.H.L. Huiskes, N.J.M. Gremmen, D.M. Bergstrom, Y. Frenot, K.A. Hughes, S. Imura, et al, Aliens in Antarctica: assessing transfer of plant propagules by human visitors. Biological Conservation 171, 278-284 (2014). doi: 10.1016/j.biocon.2014.01.038

15. J.E. Lee, S.L. Chown, Breaching the dispersal barrier to invasion: quantification and management. Ecological Applications 19, 1944–1959 (2009). doi: 10.1890/08-2157.1

16. K.A. Hughes, P. Convey, N.R. Maslen, R.I.L Smith, Accidental transfer of non-native soil organisms into Antarctica on construction vehicles. Biological Invasions 12, 875–891 (2010). doi: 10.1007/s10530-009-9508-2

17. M. Houghton, P.B. McQuillan, D. Bergstrom, L. Frost, J. van den Hoff, J. Shaw, Pathways of alien invertebrate transfer to the Antarctic region. Polar Biology  39, 23-33 (2016). doi: 10.1007/s00300-014-1599-2

18. L. R. Pertierra, F. L. J. Benayas, K. A. Hughes, Poa pratensis L., current status of the longest-established non-native vascular plant in the Antarctic. Polar Biology  36, 1473–1481 (2013). doi: 10.1007/s00300-013-1367-8

19. M. A. Molina-Montenegro, F. Carrasco-Urra, C. Rodrigo, P. Convey, F. Valladares, E. Gianoli, Occurrence of the non-native annual Bluegrass on the Antarctic mainland and its negative effects on the native plants. Conservation Biology  26, 717–723 (2012). doi: 10.1111/j.1523-1739.2012.01865.x

20. M. J. Amesbury, T. P. Roland, J. Royles, D. A. Hodgson, P. Convey, H. Griffiths, et al, Widespread biological response to rapid warming on the Antarctic Peninsula. Current Biology  27, 1616-1622 (2017). doi: 10.1016/j.cub.2017.04.034

21. L.R. Pertierra, P. Aragón, J. D. Shaw, D. M. Bergstrom, A. Terauds, M. A. Olalla-Tarraga, Global thermal niche models of two European grasses show high invasion risk in Antarctica. Global Change Biology (2017). doi: 10.1111/gcb.13596

22. K. A. Hughes, L. R. Pertierra, Evaluation of non-native species policy development and implementation within the Antarctic Treaty area. Biological Conservation 200, 149 – 159 (2016). doi: 10.1016/j.biocon.2016.03.011